Joy Division | Opiniones
Bluetonic:
"Me acuerdo claramente el día que descubrí a Joy Division. Vivía en un pequeño pueblo, tenía 16 años. En una mañana cualquiera antes de ir a la escuela abrí un paquete con tres o cuatro vinilos, entre ellos los dos álbumes básicos de la banda. Decidí poner en el giradiscos el “Closer”, canción tras canción las lágrimas iban saliendo, el momento cumbre: “Decades”..."
Amable:
"Ian Curtis, desgraciadamente, y junto a Kurt Cobain o Eduardo Benavente, uno de los mártires e iconos del lado más oscuro del rock. Y digo desgraciadamente, porque sus muertes prematuras, limitan su legado a no más de cuatro álbumes editados, en el caso de Ian Curtis, a sólo dos oficiales. “Unknown Pleasures” y “Closer”, suficientes para marcar el principio de un estilo y una nueva manera de entender el rock. Joy Division, escuela de grupos inmediatos a ellos, como Bauhaus, The Cure, Echo & the Bunnymen, The Sound..., los posteriores Jesus & Mary Chain, Los Planetas y los actuales Interpol o Colder. En definitiva, una banda atemporal y eterna, toda una paradoja, teniendo en cuenta lo breve de su obra y el suicidio de su líder. He sido siempre un gran admirador de Joy Division, por supuesto, también de New Order, uno se pregunta si hubieran evolucionado igual si Ian Curtis no hubiera acabado con su vida, siempre me quedaré con las ganas de un “Blue Monday” cantado por él. De lo que estoy seguro, es de que cambiaría cualquiera de los tres conciertos y el próximo del Primavera, que he visto y voy a ver de New Order, por ver uno solo con Ian Curtis al frente, disfrutar de esos estados de trance epilépticos, su personal actitud sobre un escenario, su atormentado y peculiar timbre de voz. Ian, forever".
Marco (Apenino):
"No sé si fue antes mi atracción hacia la oscuridad o hacia las canciones de Joy Division. O quizás todo haya ido unido. Este es uno de esos grupos que, al mirar atrás, son necesarios para entender cómo fuimos y cómo somos. Me recuerdo, en la época de “La Familia Feliz” tocando en el local de ensayo “Love will tear us apart” con las luces apagadas... Y después New Order, casi nada.
"Sería extraño pasar la vista por mis estanterías y no encontrar mis discos de Joy Division. Son discos demasiados especiales, con demasiadas pistas sobre una determinada forma de vivir y sentir. Aunque suene a tópico (es algo que suele suceder en estos casos), “Unknown pleasures” y “Closer” no es extraño que se conviertan en discos de los que uno no se puede separar jamás. Discos que contienen canciones que te abrazan en su oscuridad. Ritmos frenéticos. Guitarras afiladas por el daño que hace enfrentarse a tantas pérdidas, a tantos errores. Líneas de bajo perfectas, imitadas hasta la saciedad por legiones de seguidores que algún día quisimos tener un grupo como Joy Division. Teclados cargados de misterio y atracción. Y, claro, la voz de Ian Curtis. La voz y sus letras, capaces como pocas de hacerte cómplice de su sufrimiento, de su desorden, de su incomprensión, de su imperfección".
Mario Fort (Veracruz):
"Para mí, Joy Division son como el Barça: todo un sentimiento. Ian Curtis fue sin duda un Romario del post punk. Un personaje atípico pero con un talento natural innegable. Que su éxito llegase de forma tardía y una vez muerto Curtis sólo hace que avalar mi teoría de que el mundo de la música muchas veces es injustísimo".
Pablo Vinuesa:
"Probablemente sólo con Nick Drake y Slint encontraremos casos similares, en los que una carrera lamentablemente corta genera una influencia tan extraordinaria. Hace 25 años, Ian Curtis vio la terrible “Stroszek” de Werner Herzog y no pudo más. Sus Joy Division anticiparon el futuro y crearon una obra emotiva, desgarradora y enloquecidamente vital, que seguimos sintiendo a nuestro lado por mucho tiempo que pase".
Adrián de Alfonso:
"El sambenito de grupo desolador que sistemáticamente se le ha venido asignando a Joy Division tras la muerte de Ian Curtis siempre me ha parecido tremendamente injusto de cara a valorar la enorme importancia de su obra. Ante propuestas tan futuristas, inspiradoras y poderosas como la suya - en quince años de escuchas no ha cambiado ni un ápice mi opinión al respecto - no es lícito dar por válidas tales simplificaciones. De esta manera, lo único que se ha conseguido es que las osadas bandas interesadas en arrimarse a su música nunca salieran ilesas del envite - muy pocos, acaso Big Black o Slint, lograron interpretar la esencia de Joy Division en condiciones. En este sentido, sus dos únicos álbumes son como agujeros negros: absorbentes e inabarcables. Y lo son por muchísimas razones, aunque básicamente habría que destacar la radical vuelta de tuerca que se le dio al rock de los Stooges, la Velvet Underground y Bowie con “Unknown Pleasures” y la extrema crudeza que se expone en la primera mitad de “Closer”."
Ferràn LLauradó:
"Hay algo que me retiene y no me deja establecer una relación emocional directa con Ian Curtis; no pasé la adolescencia con él sino con Mark Eitzel y American Music Club, pero fue de casualidad. De mayor lo he entendido mejor.
A primera vista, parece obvio que Curtis estaba completamente escindido entre un enorme sentido de la responsabilidad, del trabajo y la moral y una necesidad igual de poderosa de escapar de ello. Se creía aplastado por la losa de un destino misterioso. Curtis era de derechas y creo que su utilización de la icnografía nazi, desde el nombre de su grupo hasta sus fantasmales marchas militares por el escenario no eran meros manifiestos de provocación punk. Si me lo permitís, Curtis era bastante estúpido.
Curtis padecía epilepsia en un momento en que los medicamentos para estabilizar dicha enfermedad todavía eran muy primitivos. No quiero pensar en lo que significa tener un ataque epiléptico cada noche en el escenario, pero sí puedo imaginar que en su caso le llevó a adoptar una visión alucinada de las cosas y de sí mismo, y a aumentar la sensación de predestinación fatal. Curtis era joven y estúpido y estaba enfermo, y al estar rodeado de jóvenes estúpidos perfectamente sanos, quedaba en una situación de indefensión total.
No creo que el suicidio de Ian Curtis, como la mayoría de suicidios del rock & roll, tenga demasiado secreto. Si exceptuamos a Elliot Smith, cuyo cuchillo clavado en el pecho infunde un enorme respeto, los suicidios célebres parecen impulsos desesperados e irresistibles antes del amanecer. Algunos parecen incluso arrebatos inconscientes. Imagino a Nick Drake despertándose a las tres de la madrugada después de una terrible pesadilla y pensando qué más da 3 somníferos que 4 que 5 que 6 que 7 que 8 o que 9 o 10. Y de la misma manera pienso en Ian Curtis: olvidemos la película de Werner Herzog que vio esa noche, sus fantasías románticas de muerte y la pelea que tuvo con Deborah unas horas antes. Es probable que sufriese un último ataque epiléptico y no pudiese resistir la voz que se apodera del cerebro de quienes padecen una enfermedad mental y guía esa última decisión. En la mayoría de enfermedades mentales graves, el paciente tiene a veces la sensación de estar poseído por un ente externo que le obliga a actuar sin participación de su propia voluntad. Es algo terriblemente doloroso, y no veo por ninguna parte qué tiene de romántico.
Con todo esto no quiero quitar importancia a la música ni al conjunto de lo que significaron Joy Division. Sólo quiero decir que Joy Division sí fueron un grupo visionario, pero de Ian Curtis no puede decirse exactamente lo mismo. Y esto es precisamente lo que me impide comunicarme con él. Oírle cantar ciertas cosas con su enferma convicción me impulsa a un alejamiento condescendiente. Muchos han estado en el lado oscuro como él, pero otros han enviado postales más sabias. Pobre Ian".
Iván Carballido:
"Mi choque con Joy Division no fue la acostumbrada epifanía sino más bien la crónica de un flechazo anunciado... Cuando los descubrí, Ian Curtis llevaba década y media bajo tierra, y por entonces yo ya había pivotado del grunge a grifo al credo slacker de Pavement, Superchunk y compañía. En ese momento, enfangado también en mi versión particular de la edad del pavo, creía estar preparado para la real shit, y a tales efectos me compré unos cuantos discos de puro fondo de armario, entre ellos "Unknown Pleasures" (Factory; 1979).
Recuerdo que mi primera reacción a su escucha fue de rotunda incredulidad: "Disorder" sonaba a música celestial para mis oídos, pero "She's Lost Control" y casi todas las canciones restantes eran huesos que no me apetecía nada ponerme a roer. Sin embargo, la cuarta o quinta escucha, creo recordar que celebrada el mismo día de la transa, no me convirtió en el devoto de la banda que he acabado siendo, pero sí me hizo respetar y comprender el enorme peso específico de aquella bacanal de mal rollo; de ahí en adelante, mi admiración por el disco, la banda y el mito no han dejado de crecer... Con el tiempo he conocido grupos mejores, pero "Unknown Pleasures" fue la primera experiencia musical en que a pesar de la incomodidad intrínseca a su armazón sonoro me sentí atrapado (casi) desde el principio, en una lección de paciencia que, a la luz del tiempo, no me ha traído más que cosas buenas".
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