Reportaje
Nuevo shoegazing
Reportaje
Haciendo ruido
¿...Qué es al fin el ruido sino el más recurrente de los planes B con el que darnos a entender? Cuando las palabras de las que tratamos de desembarazarnos no se nos despegan a la primera, el primer plan alternativo que se nos ocurre es modularlas unos tonos más arriba y declinarlas de nuevo, ¿no? ... ¿¡NO!?
Por más que la Real Academia se contente con definir el ruido como un "sonido inarticulado, por lo general desagradable" en su primera y principal acepción, la más mínima exposición a la música que lleva haciéndose en las últimas décadas de ambos lados del Atlántico nos pone en contacto con una lectura mucho más rica de esta palabra plana de dos sílabas. Y es que desde que a mediados de los sesenta una aterciopelada banda apadrinada por cierto artista de postín dejara entrever la capacidad evocadora de un enjambre de guitarras mal afinadas, se han contado por miles las formaciones adscritas a ese cajón de sastre que es el noise. El shoegazing, sin duda una de las declinaciones mejor cristalizadas de este estilo, trató de hermanar el feedback con la melodiosidad del pop más clásico, y de tan inprevisible crossover surgieron en apenas diez años obras tan seminales como Psychocandy, A Perfect Prescription, Loveless, Going Blank Again o Electr-O-Pura.
El advenimiento a mediados de los noventa de una serie de estilos musicales infinitamente menos interesantes pero mucho más rentables para las discográficas condenaron al shoegazing al más absoluto ostracismo, plantenado a las bandas adscritas a su decálogo la disyuntiva de dar un giro diametral a sus carreras o bien seguir en sus trece de espaldas al grueso del público. Esta trágica y prematura llamada al 'sálvese quien pueda' fue considerada por muchos la última anotación en la crónica del género, pero lo cierto es que el noisepop ha seguido coleando con mayor o menor acierto durante todo este tiempo en un estrato relativamente marginal del panorama musical: el que configuran los sellos pequeños (fundamentalmente norteamericanos), las modestas giras estatales y las convenciones de nostálgicos.
Pero en esta amalgama imposible de revaivals en que se ha convertido el panorma musical actual, el shoegazing parece estar a punto de regresar de entre los muertos para reestablecerse en todo su esplendor como un género al que nunca debimos dar la espalda. Algunas de las bandas que han de conciliarnos de nuevo con la ecuación ruido + pop son las siguientes:
CHARLENE
s/t
[Shark Attack Music; 2002]
Resulta paradigmático que un género tan novedoso como el indietech haya estado vinculado desde sus primeros gateos a una corriente con tanta solera como el noisepop, pero desde que el todopoderoso Thomas Morr proclamara a los cuatro vientos su devoción por Slowdive y por otras bandas de pop atmosférico, se han establecido numerosos paralelismos entre los hacedores de este nuevo pop tecnificado y aquellos guitarristas tímidos que no hacían más que mirarse los zapatos. Charlene refuerzan este eslabón con su primer álbum homónimo, en el que el trío de Boston invoca la épica de Ride y las melodías de pop imperecedero de los Jesus and Mary Chain para reverstirlas luego de un conglomerado de crujidos y beats paridos por un inspiradísimo laptop. Los dos highlights de tan deliciosa travesía, la inicial Ripoff y la candorosa Sugarblocker, son ya clásicos de pop ruidoso de dormitorio para el firmante de esta crónica: dales una oportunidad y tu tampoco querrás ningún otro disco para soñar en lo que nos queda de año.
MEW
Frengers
[Epic; 2003]
Dinamarca suma a su escueta lista de exportaciones, encabezada aún por sus famosas galletas de mantequilla, la música de cuatro inquietos postadolescentes que responden a los nombres de Jonas, Bo, Johan y Silas, y cuya unión bajo la denominación de Mew nos ha deparado una de las más gratas sorpresas de lo que llevamos de año. Frengers, acrónimo de las palabras friends y strangers, es un disco de pop pluscuamperfecto según las enseñanzas de los últimos Mercury Rev pero con una pátina indie que vincula sus diez composiciones con el legado de bandas de noisepop como Ride, Chapterhouse o Blind Mr. Jones. El agudísimo tono de su vocalista contrasta poderosamente con el muro de sonido que entretejen las guitarras y los teclados, y de tan súblime mezcla de intensidades surgen temas épicos como Comforting Sounds y certeros singles como Am I Wry? No o Snow Brigade. En resumidas cuentas, una formación muy a tener en cuenta para un hipotético Eurovision contest de pop ruidoso y ensoñador.
CALLA
Televise
[Arena Rock; 2003]
Tras entregar un disco de slowcore de los que sientan cátedra hace dos años, el espectral Scavengers [Young God; 2001], Calla regresan con otra zambullida en el mundo kafkiano y claustrofóbico que tan bien ilustran los artworks de sus lanzamientos. En esta ocasión, probablemente alentados por la revolución rock que encabezaron la temporada pasada otras bandas neoyorquinas como Interpol o The Walkmen, el trío de la ciudad de los rascacielos apuesta por un enfoque más árido y cinemático, reduciendo los tránsitos instrumentales en pro de canciones más perturbadoras y definidas. De todos modos, y para no perder del todo de vista sus antecedentes sonoros, la banda convierte en pieza central del disco un As Quick as It Comes/Carrera que reafirma a Calla como un inbatible combo de doliente slowcore. Compensando esa justificada y sublime mirada atrás, las concisas y demoledoras Strangler y Don't Hold Your Breath apuntan hacia unos patrones sonoros cada vez más obtusos y afilados, y piden a gritos que sigamos muy de cerca los pasos de esta banda en lo sucesivo.
SERENE
s/t
[Arena Rock; 2003]
La religión a la que se adscriben los miembros de una banda debería ser un dato del todo intranscendente, pero en ocasiones la filiación por un dios o por otro deja de ser algo sin importancia para pasar a engrosar la lista prejuicios que alejan propuestas musicales interesantísimas del grueso del público. El movimiento norteamericano conocido como christian rock ha granjeado muy malas críticas a bandas que no las merecían por el mero hecho de dejar demasiado a la vista su devoción cristiana, y Serene, la banda que nos ocupa, podría darnos un par o tres de lecciones magistrales sobre los efectos devastadores de esta gran injusticia histórica. A medio camino entre la militancia emo y el noisepop, en lo que supone una certera fusión de los Sunny Day Real Estate con Slowdive, su disco homónimo de presentación alterna voces masculinas y femeninas en trece inspiradísimas piezas. De entre ellas cabe destacar Wars and Rumors of Wars y The Angels Are on Our Side, dos potentísimos contenders al podio del mejor sad hit de la temporada.
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"charlene"
"mew"
"calla"
"serene"
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